Lactancia en compañía y el poder de las redes en mi experiencia.

junio 14, 2025

Mis lactancias duraron cerca de cinco años cada una, se solaparon un poco, y fueron una experiencia transformadora, rica, intensa, llena de aprendizajes. Pero si algo marcó profundamente ese viaje fue no haberlo vivido sola. Desde el principio, me sostuvieron muchas manos. Algunas eran expertas, otras eran simplemente cálidas. Todas fueron esenciales.

En mi primera lactancia no tuve problemas físicos ni de agarre, pero sí una profunda necesidad emocional de tribu. Estaba viviendo un  tsunami en el postparto (de eso hablaré en otro momento), y necesitaba un espacio seguro donde poder preguntar, llorar, reír y compartir dudas. De esas que nos asaltan constantemente cuando nos convertimos en madres.

Fue en el grupo de lactancia ABAM donde encontré esa red. Más tarde me formé como asesora, pero al principio simplemente llegaba con las ganas de estar, de escuchar, de sentirme parte. Y allí estaban las asesoras (Rocío entre ellas), con su acompañamiento profesional tan humano, y las manos de amigas que hoy aún están en mi vida. Mujeres que vivían experiencias similares, con quienes compartía noches en vela, primeras veces, miedos, alegrías y muchas, muchas tetas al aire.

Mi pareja fue un sostén fundamental también. Sostener, en este contexto, no es sólo estar. Es validar, respetar, facilitar, proteger y lograr que la mujer lactante reconecte con su capacidad y confianza, dar un paso al costado permitiendo que esa nueva relación mamá-bebé se establezca en el tiempo y el espacio necesarios. No significa aislarse sino todo lo contrarío es el tener el tacto necesario para saber estar desde el lugar adecuado, ese lugar para cada mujer es diferente, por esta razón, la comunicación clara es fundamental. 

Para mí, la lactancia fue una revolución. Me ayudó a reconciliarme con mi pecho, a reapropiarme de mi cuerpo desde un lugar de poder, de ternura, de salud. Sentí que lactar era un acto político, un acto de amor profundamente anticapitalista. Una forma de ofrecerme al mundo desde el cuidado, desde la nutrición, desde el compromiso. Me sentía una pieza fundamental dentro de una red mayor: la de la vida y de la sociedad, comprendiendo que  sin nuestros cuidados la sociedad es insostenible (por tanto debería ser reconocido también económicamente, pero de esto también hablaré en otro post).

A lo largo de esos años lactando viví también una relación muy instintiva con mis hijos, de complicidad, de límites, de expresión de amor que iba más allá de las palabras. La teta fue consuelo, alimento, abrazo, pausa, reencuentro, despedida y conexión.

Y aunque fue mi cuerpo el que lactó, nunca lo hice sola. Lacté rodeada. Lacté acompañada. Y por eso, fue tan hermoso y al vivir en mi la potencia del acompañamiento decidí formarme como asesora para acompañar de manera profesional sin desconectar con esta vivencia tan humana, tan poderosa, tan vulnerable.

Lactancia materna, mejor acompañada. Porque cuando hay escucha, sostén y tribu, la experiencia se vuelve más ligera, más poderosa, más humana.

Espai Crisàlide
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.