
En muchas culturas indígenas y campesinas de América Latina, el cuidado del cuerpo femenino se transmite de generación en generación como un legado de sabiduría. Uno de esos saberes es el uso del vapor vaginal con plantas medicinales, y entre ellas, el totumo (Crescentia cujete) ocupa un lugar especial.
El totumo no solo es un árbol de frutos útiles —usados como recipientes naturales—, sino que sus hojas secas se emplean tradicionalmente en baños de vapor vaginal para acompañar a la mujer en momentos clave: después del parto, en procesos de limpieza uterina, o en rituales de conexión con su energía creativa.
Un baño de vapor para cerrar, sanar y reconectar
Los baños de vapor vaginales son una práctica ancestral utilizada para:
- Facilitar la recuperación postparto, ayudando al útero a recolocarse y limpiar restos del alumbramiento.
- Aliviar cólicos menstruales o desequilibrios del ciclo.
- Acompañar procesos emocionales ligados al útero: pérdidas, duelos, transiciones vitales.
- Cerrar energéticamente etapas, reequilibrar el cuerpo y volver a habitarlo desde el placer y la presencia.
Las hojas de totumo, junto con otras plantas como albahaca, ruda, romero o manzanilla, aportan propiedades antiinflamatorias, relajantes y antisépticas. Pero más allá de lo físico, el baño de vapor es un momento sagrado: de pausa, de autocuidado, de escucha profunda.
Cuidado y acompañamiento
Esta práctica requiere respeto y conciencia. No es una moda nueva: es un saber milenario que ha sostenido a mujeres antes que nosotras. Por eso, siempre recomendamos:
- Hacerlo con la guía de una partera o acompañante formada.
- Evitarlo en caso de embarazo, infecciones activas o heridas abiertas.
- Crear un espacio íntimo, cálido, donde el cuerpo y el alma se sientan a salvo.
Un gesto de amor hacia nosotras mismas
En Espai Crisàlide honramos estas prácticas como parte del camino de reconexión con nuestro cuerpo y sus ciclos. Acompañamos a mujeres que quieren recuperar estos saberes, no como una receta mágica, sino como una forma de volver a casa.
Porque sanar es también recordar que el cuerpo sabe. Que el calor sostiene. Y que, a veces, basta el vapor de unas hojas para abrir un espacio de transformación.